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la aristolochia baetica es bella

viernes, 12 de noviembre de 2010

cuando era diminuto...


Burriagas


...y regresaba a casa después de una tarde de juegos y merienda callejera, chusco de pan, onza de chocolate, mi madre fruncía el ceño y se apresuraba a decirme límpiate esas burriagas.

Burriagas.

Me gusta la palabra: Burriagas...

En mi diminuto recuerdo, tengo presente a algunos niños de mi barrio. Niños cuyas caras permanecían sucias durante todo el día.

Cuando un niño era así, de burriagas insistentes, los demás lo tildábamos de burriagoso; y normalmente lo corríamos a cantazos entre risas.

Pero él no se reía, y si lo hacía -que no creo- no apreciábamos el gesto ¡Por Burriagoso....!

Aquellos burriagosos de mi infancia no tenían necesidad de merendar pan y chocolate para andar así de sucios. Les bastaba con ser pobres; tener un padre en la cárcel, un montón de lágrimas surcando sus mejillas, y una madre que apenas les prestaba atención, pues ella perdía el día limpiando las burriagas de los hijos de los otros.

A los hijos de los otros también los corríamos a cantazos y si alguna vez se atrevían a aparecer por el barrio. No te jode...

Pero no les rompíamos la cabeza por burriagosos, no; sino por vestir ropas nuevas. Jamás les veías con pantalones heredados de sus hermanos, calcetines zurcidos, camisas remendadas...
Qué cabrones; qué límpios iban...

A mi, la verdad, me daba pena correr a cantazos a los pobres y a los ricos, y porque nunca vi a ninguno merendar en la calle ¡Qué hambre no pasarían! los unos y los otros.

Nosotros: que éramos como moscas tanto en número como en razón, y que ahora hemos olvidado cuánta harina es necesaria para producir un kilo de pan, cuánto pan precisamos para acompañar una onza de chocolate, y la velocidad de las piedras que nunca comimos; nosotros, digo, ya no somos nosotros.

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Dedicado a don Luis García Berlanga, quien un día limpió mis BURRIAGAS y para descubrir que, bajo ellas, yo tenía una sonrisa.

Muchas gracias, Luis.

3 comentarios:

Mercedes Thepinkant dijo...

Precioso homenaje.
Un beso

diminuto blog dijo...

Un discreto y sincero homenaje hecho en vida, Mercedes; porque cuando el viernes escribí estas líneas, no sabía que iban a concluír acordándome de Luis, ni dedicándoselas a él. Mucho menos instuía que, unas horas después, se iba a marchar...

Un lujo haber conocido a don Luis García Berlanga: honesto, divertido, generoso, inteligente, muy, muy sensible, de mirada limpia...

Y sí: en sentido figurado, Luis me limpió una vez mis burriagas descubriendo una sonrisa que yo no conocía.

Lienzo tierra dijo...

Muy bonito. Me ha encantado.