En la entrada anterior, y como tengo casi por costumbre, pegué una fotografía y, seguidamente, escribí un texto a VUELAPLUMA -como estoy escribiendo ahora-.
Cuando iba por la enésima burriaga, me acordé de Luis García Berlanga, y fue entonces cuando se me ocurrió regalarle esa serie de mejillas sucias descritas sin esfuerzo ni meditación, pero, seguramente, escondidas en algún lugar: entre mis jaretas o en el dobladillo de un pantalón; en el cuello de una camisa mal planchada, o rechinando en el fondo de un zapato. No sé. En algún lugar.
Después de publicar la entrada y antes de saber de su muerte, quise encontrar sentido a la dedicatoria -el sentido primero, es que fue sentida, porque Luis me gusta mucho como persona, que no es poco- , y aunque muy difuso, lo hallé en las burriagas.
Luis García Berlanga dibujó todas las burriagas peninsulares habidas y por haber: Perfiló las burriagas de una nobleza en decadencia, pero en constante puja; bosquejó con mimo y a la vez sin piedad las burriagas de almas pobres, en blanco y negro, burriagas de doble filo. Cinceló la suciedad de políticos burriagosos, anticipándose a los juicios más exagerados y mandándolos a todos a la cárcel, y para que así pudiésemos descansar en paz.
Luis García Berlanga ha muerto. Sé que no lo ha hecho por gusto, y mucho menos para descansar en paz. Porque el irrepetible don Luis -generoso, honesto, divertido, humilde sin adjetivo, genial...- tuvo la valentía de querer y saber descansar en paz en vida, y aunque ello pusiese en pie de guerra a los muchos burriagosos que abusan de voz y voto en éste país.
Cuando iba por la enésima burriaga, me acordé de Luis García Berlanga, y fue entonces cuando se me ocurrió regalarle esa serie de mejillas sucias descritas sin esfuerzo ni meditación, pero, seguramente, escondidas en algún lugar: entre mis jaretas o en el dobladillo de un pantalón; en el cuello de una camisa mal planchada, o rechinando en el fondo de un zapato. No sé. En algún lugar.
Después de publicar la entrada y antes de saber de su muerte, quise encontrar sentido a la dedicatoria -el sentido primero, es que fue sentida, porque Luis me gusta mucho como persona, que no es poco- , y aunque muy difuso, lo hallé en las burriagas.
Luis García Berlanga dibujó todas las burriagas peninsulares habidas y por haber: Perfiló las burriagas de una nobleza en decadencia, pero en constante puja; bosquejó con mimo y a la vez sin piedad las burriagas de almas pobres, en blanco y negro, burriagas de doble filo. Cinceló la suciedad de políticos burriagosos, anticipándose a los juicios más exagerados y mandándolos a todos a la cárcel, y para que así pudiésemos descansar en paz.
Luis García Berlanga ha muerto. Sé que no lo ha hecho por gusto, y mucho menos para descansar en paz. Porque el irrepetible don Luis -generoso, honesto, divertido, humilde sin adjetivo, genial...- tuvo la valentía de querer y saber descansar en paz en vida, y aunque ello pusiese en pie de guerra a los muchos burriagosos que abusan de voz y voto en éste país.
5 comentarios:
Diminutas palabras para un gran hombre.
Hasta siempre Luis... y gracias...
ahora en el cielo tendrán un milagro todos los días, y no sólo los jueves.
En fin... algún día hay que marchar.
Buen viaje.
Los grandes hombres siempre caminan con dminutos pasos, Albert.
Por eso yo soy tan pequeñito.
:-)
Algún día nos marchamos, eso seguro, Isidro.
Pero me consta, como escribo en la entrada, que don Luis no se ha marchado por gusto. Creo que sospechaba que el cielo no existe más que en la tierra. Pero eso tendría que confirmarlo él, y él, ya no puede hacerlo.
Abrazos y gracias por sumaros al diminuto homenaje.
Por más inevitable que sea, es una pena que se marchen mentes tan lúcidas y visiones del mundo tan maravillosamente enfocadas como las de este HOMBRE, así, con mayúsculas.
Creo que tienes razón cuando dices aquello de que descansó en paz en vida, así que no puedo más que desear que a través de su cine siga dando guerra muchos años. Abrazos.
Abrazos, Raiko.
Muchas gracias por venir.
:-)
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