Después de meses escondido en ninguna parte me decidí a abrir un nuevo blog, que es éste tan bonito que hoy tienen ante sus ojos y que despierta tantas pasiones como envidias.
Antes de hacerlo público, sufrí reflexionando sobre muchas y muy importantes cuestiones, como por ejemplo: decidir el color del fondo y de la tipografía. En principio pensé en un fondo negro con letras negras, pero los ensayos que hice no me llenaron del todo.
También me rompi la cabeza buscando un título que me hiciese parecer campechano, a la par que inteligente; mundano, a la par que espiritual; elegante, a la par que descuidado... A día de hoy no he dado con el título que esté a la altura de mis virtudes; que las defina con precisión fontanera.
Estas y otras cositas diminutas, en apariencia insignificantes, son las que hacen que un visitante de paso, de paso siga, o que permanezca hechizado sabiendo haber encontrado el blog de su vida. Que lo sé yo. Por eso me gusta hacer las cosas bien.
Sólo he hecho una cosa mal en mi vida -sí, que nadie se extrañe, tengo un fallo- y es haber ofrecido mi ayuda y mis conocimientos a un joven que recientemente se trasladó a vivir junto a mi casa. Mi nuevo vecino es de nacionalidad extranjera, pero no quiero develar su origen para que nadie piense que todos los ingleses son unos sinvergüenzas y unos caraduras, pues generalizar es tan feo como enjuiciar, y no voy a ser yo quien caiga en falta juzgando a ese hipeputa que no sé cómo no le han detenido ya y le han metido entre rejas por borracho y guarro que no coje una escoba ni pa volar como el jarri poters ese de las películas... (suspiro).
Querido vecino: Te he explicado muchas veces que el mundo no es tuyo. Hasta el más tonto sabe que el mundo es del sencillo multimillonario Amancio Ortega y del vendedor de cerillas Ingvar Kamprad. Pero tú, supongo que cegado por las glorias antañas de tu imperio -no te preocupes, no diré el nombre de tu país- o enajenado por las botellas de ginebra que te metes pal cuerpo -que ya veremos si no revientas cualquier día-, te empeñas una y otra vez en comprar mantequilla en Gibraltar y gasearnos con los efluvios de tus fish y tus chips. Que ya son ganas de ser malo.
Ya ves que siempre te he tratado con educación y respeto, cabrón desnaturalizado, pero no vuelvas a anegar con cemento el aljibe que siglos atrás construyeron nuestros antepasados, o te juro que voy nadando hasta tu isla y la quito el tapón.
En la imagen, y para ilustrar el poema, unas gotas de resina que algún día podrían ser ámbar. Eso si antes no se las bebe mi vecino.
7 comentarios:
Parecen dos berengenitas de cristal.
Pues es verdad.
(Hoy he comido unos tomatitos que nuestro amigo "G" me ha traído de tu tierra. Me han parecido increiblemente nices, cools y lovelys)
veo abrazado en la gota de la derecha una cabecita con un ojo y un cuerpecillo en esqueleto.
Preciosa foto y colores que dan gusto.
Caray, Erna: entre sus visiones y las de desanchá la cosa me dará para hacer un buen caldo.
¡Gracias!
Gran elemento tu vecino.
Un lujo ¿Te lo presento?
Si... para la cena de navidad de tzass y rita... jajajaja
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