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la aristolochia baetica es bella

lunes, 21 de marzo de 2011

Cuando el viento sopla.

Despídete del niño acunándole en la copa de un árbol; cuando el viento sople
la cuna se columpiará, y cuando la rama se rompa la cuna caerá.




Buscando información sobre esta novela gráfica, encontré el poema con que su autor, Raymond Briggs, inicia un cuento para adultos que deberíamos ser capaces de asimilar, y para intentar contárselo a nuestros hijos.

Es un poema que no recordaba, pues leí su primera edición en castellano hace casi treinta años. Desde entonces, el viento ha soplado en mi entorno barriendo muchas vidas, alterando otras, y entristeciendo todas. El viento ha soplado de manera silenciosa: incolora e inodora; no tanto así, insípida. Para tomar fuerza, éste viento no necesitó del impacto nuclear que se describe en la novela -y que Jimmy T. Murakami animaría en la película homónima-. La fuerza le vino a éste viento, -mortal, devastador-, a tenor de inyecciones de dinero y desinformación en zonas deprimidas, o cuyos recursos se han ido desestimando en un mundo en el que valoramos más el último modelo de teléfono móvil que el aroma fresco de una manzana.

Aparte del carácter lacrimoso de esta obra -lacrimoso, a poco que usted conserve un ápice de sensibilidad- me llamó la atención la base documental de la misma: los folletos informativos con los que el gobierno británico -entiéndase, cualquier gobierno- recomienda protegerse de un ataque nuclear; -entiéndase, si quiere entenderlo, fuga radiactiva-.

Supongo que no hay que estar muy informado para entender que cualquier gobierno es capaz de publicar la bobada más insensata -y en esta novela existen ejemplos notables- con tal de sostener lo insostenible, cuando no de defender intereses ocultos, posiblemente relacionados con el engorde de cuentas de crédito, más que con el interés general. Generalmente, a mi me interesa más ver engordar manzanas, ya digo.

Es seguro que la lectura de esta novela, o la visualización de la película, no contribuirá a que su hijo disfrute del aroma fresco de una manzana, pues puedo asegurarles que muchos de ustedes -siento parecer arrogante- jamás lo disfrutaron.

Lo que no se conoce, se ignora, y lo que se ignora, se aleja cada día con la fuerza del viento: silencioso, inodoro, incoloro, letal.

A pesar de todo, buenos días.